Por qué me tendrían que importar los Body-snatchers o “ladrones de cuerpos”: Una metáfora genial para entender nuestro mundo
No sabía Jack Finney, el escritor de ciencia-ficción, la estela cultural que iba a desencadenar su novela The Body Snatchers, allá en 1955, cuando esta se publicara por entregas y se diera a leer a la sociedad americana de posguerra. Su historia sobre una invasión alienígena, llegada en forma de esporas, que ponía en marcha una sustitución masiva de cuerpos humanos, podría haber sido tomada como una mera historia de aspecto comiquero, dirigida a un franja de público (demasiado) específico, donde a menudo terminan productos culturales que la prepotencia del mainstream termina arrinconando. Sin embargo, no fue este el curso de los acontecimientos, pues su novela tenía algo más que esos otros textos que solían terminar hasta cierto punto marginados. Contenía una potente metáfora, una idea tan exitosa que a pesar de haber nacido en el género de la ciencia-ficción (en ocasiones injustamente subestimado por quienes no quieren reconocer su audacia más íntima), iba a trascender con el tiempo hasta convertirse en el germen de grandes proyectos cinematográficos dirigidos, ahora sí, al mainstream cultural.

Tal fue el caso del film La invasión de los ultracuerpos que rodó Philip Kaufman en 1978 y que contó no solo con un presupuesto suficiente para trasladarse a la pantalla con los recursos visuales que una historia de ciencia-ficción como esta requería, sino que además contó con un actor de la talla de Donald Sutherland y con caras conocidas como la de Leonard Nimoy, en una elección de casting tan llamativa como conservadora (¿cómo olvidar su entonces reciente éxito en la ciencia ficción dando vida a un extraterrestre?).
Imposible entender el paso de la novela de Finney a una producción de buen presupuesto con caras conocidas sin atender al hecho de que la potente metáfora del texto original no solo nos servía para entender nuestro mundo, sino que podía ser aplicada en cada momento de la historia para revelar la verdad de cada etapa del mundo. En 1956, cuando se realizó la primera adaptación al cine de la novela de Finney, Don Siegel firmó una cinta que hasta hoy sigue suscitando la curiosidad sobre si esa masa de humanos anónimos capturados por los alienígenas servía como metáfora de los comunistas, o la historia era puramente antimacarthista y arremetía contra la tristemente célebre caza de brujas. La impronta de una década quedaba reflejada en una historia de ciencia-ficción, que apuntaba una acuciante verdad sobre la creciente desconfianza instaurada en el seno de las relaciones interpersonales de los años 50. Finney hablaba de extraterrestres, de esporas que viajan por el universo, de cuerpos replicados y de flores que mostraban su lado más perverso, pero el mundo se dio cuenta de que “la cosa” tenía más recorrido, que la metáfora no era tan inocente, y de que del mismo modo que el autor la empleó para “decir sin decir”, el cine podría multiplicar la potencia acusadora y “señalar sin señalar”. Y vaya si señaló Kaufman, con su film, y con ese inolvidable final del dedo acusador de Donald Sutherland.
Y lo mismo sucedería con el resto de adaptaciones al cine de la novela original, a manos de cineastas como Abel Ferrara (1993), o como Oliver Hirschbiegel (2007), con cuyos films, y con el vislumbre de la metáfora de Finney, hemos entendido mejor las preocupaciones y temores de las épocas en que fueron rodados. Puede parecer una exageración pero, tal como apuntamos en la contraportada de nuestro libro SOLARIS #5 La invasión de los ultracuerpos, de Philip Kaufman, con estos films se puede pensar lo biológico y lo político, el macarthismo, la paranoia y la desconfianza generalizada que la época post-Watergate dejó en la sociedad de finales de los años 70, el temor al terrorismo global que siguió a los ataques del 11-S en Nueva York, la amenaza de la experimentación biológica, y así sucesivamente. Pero también es posible hacer una lectura más íntima o psicológica y con ayuda del mismo patrón que nos proporcionan los Body-snatchers, pensar esa extrañeza del otro como una metáfora de nuestro propio devenir como sujetos, de nuestras transformaciones, de nuestros cambios a lo largo de la vida por efecto del envejecimiento.

¿Por qué es relevante conocer el fenómeno de los Body-snatchers y películas como La invasión de los ultracuerpos? Para pensar y radiografiar estas tramas, casi de carácter sociológico, que retratan las épocas recientes de nuestra historia; y para pensar el tiempo en que vivimos, los sujetos que somos. Como demuestran nuestros autores solaristas, la versatilidad de esta metáfora admite desarrollos en todas direcciones: lo biológico del contagio no puede estar más de actualidad con la actual pandemia del COVID-19; la mirada política ha sido la más empleada a lo largo de la historia de las películas de los ultracuerpos; y hasta el fenómeno del amor puede revisarse a través de esta metáfora para cuestionar su posibilidad misma frente al avance de la homogeneidad. Expresiones contemporáneas como la del “infierno de lo igual”, con la que el filósofo Byung Chul Han piensa la sociedad actual, entroncan a la perfección con las reflexiones que resultan de los Body-snatchers.
En SOLARIS hemos querido ahondar al máximo en el estudio, sobre todo, de la película de P. Kaufman, pero también de las demás adaptaciones, con una mirada multidisciplinar provista por una selección de autores que se han acercado a la historia desde distintas ópticas, algunos incluso desde dentro del film, aceptando su ficción para explorar su significado más interno. Los Body-snatchers comenzaron en una novela, pero ha sido en el cine donde la metáfora ha ganado un nuevo eje: el del tiempo, revelando su potencia diacrónica, su capacidad para señalar cosas distintas en cada momento, y también, como si se tratara del propio virus alienígena, su capacidad para replicarse y prosperar con el paso de los años. Abel Ferrara proponía que se rodara una versión nueva de los ultracuerpos cada cierto tiempo para enterarnos de lo que pasa, y el cine está haciéndolo realidad proponiendo sucesivos remakes, que son siempre nuevas películas. ¿Alguien creía que los “ladrones de cuerpos” estaban agotados? En 2019, la cineasta austriaca Jessica Hausner estrenaba Little Joe, film sobre el que también se reflexiona en nuestro libro, demostrando que el “Mi tío… no es mi tío”, aún tiene mucha vida, y que… quién sabe si esto no ha hecho más que empezar.